Me pican los dedos por escribir algo
No es natural,
es anti rutinario y siempre suele aparecer cuando el color de estos latidos se antoja
grisáceo y se oscurece.
Las tristezas
han de tener una muy buena ventaja, y es con toda seguridad la de dar forma con
palabras, rimas, intentos de versos o prosas a un discurrir caótico que necesita
devenir en alguna forma de expresión (¿arte?).
Se prende la
imaginación y aparecen ante mis ojos metáforas clichescas y otras un poco más
originales, que intentan enmarcar la conocida sensación de tener como algo
clavado por dentro en un párrafo a veces grandilocuente y barroco, otras
cotidiano y grotescamente simple.
No sé, de algún
modo esta conocida tendencia a coquetear con las palabras cuando todo lo demás
falla purga por instantes el deseo de arder, de volcarse en algún vicio
anestésico, de gritar si cabe, de emberrincharse por los anhelos que no han
llegado…
Y cuando uno regresa
a la calma después de que el yo caótico ha decidido dar tregua, llegan los
estremecimientos ante tanta oscuridad que se es capaz de reflejar, o una
sensación de asombro que incita a pensar que algún día un buen músico podría
transformar este vómito literario en una ingeniosa canción que de tan
desastrosa le sirva a alguien.
Y se aprecia
también el resultado, y se mira como capaz de transformar en algo la vida de
algún perdido que encuentra identificación en la voz esta que invade sus sentidos,
y se vierte la idea, la reflexión o el anhelo capturado con cierto ánimo de
solidaridad y también de vergüenza, y sin esperar tanto realmente.
Luego, pausa,
paz, inercia.
Luego, vuelven
a picarme los dedos por escribir algo.
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